Dulce estilo para compartir hasta las más tediosas reuniones en casa
Fue simple coincidencia, casualidad del destino, o que El todo poderoso movió sus influencias para que 8 personas de mi familia nacieran a lo largo del mes de marzo, cada uno en distintos años y cronológicamente adecuado para que cada 2 o 3 días estuviésemos cantando nuevamente el clásico…”Happy Birthey to You”.
La primera en el calendario es una de las más pequeñas de mi familia por parte del Patriarca en mi hogar. Iris lo único que esperaba de cumplir años es, mas allá de los regalos, una gran porción de torta, de cualquier sabor, color u olor, el único requisito es que sea grande, muy grande, gigantesca, tan grande como sus ahora 5 años cumplidos, y cada vez que sienta un voraz apetito pueda pararse de puntas al refrigerador y encontrarse con tal monumento gastronómico inagotable.
Es bien sabido en mi hogar de 5 personas nunca podía faltar, por tradición, una pomposa torta de no menos de 2 kilos y decorada según el gusto del cumpleañero. Para el dueño amo y señor de la mesa en mi hogar, o sea mi padre, una clásica torta helada le sacarían una sonrisa en el rostro durante el día, ya que su onomástico para el ya no era motivo de tanta alegría al saber que los años pasan por el irremediablemente. Pero nosotros sabíamos como su sonrisa podía ser prolongada, la respuesta era fácil, la torta helada tenía que ser de fresa y con un extra de leche batida alrededor de ella.
Mi mami, como suelo decirle, tiene afinidad por una buena torta selva negra, ella sabe que solo esa exquisitez aliviaría sus conocidos antojos dulceros el día de su santo. Ella lo prefiere sin fosh de chocolate porque le resulta muy empalagoso, pero lo que en definitiva no puede faltar es el dulce de fresas en medio de ese sabroso bizcocho. Para una persona excepcional, un sabor excepcional.
Para mi hermano Bryan no hay nada igual que una torta de tres leches con una exclusiva decoración de crema chantilly y marrasquinos que le dan una tonalidad naviñesca, el simple hecho de sentir ese curioso sabor en el paladar lo aloca, simplemente no lo puede resistir. El gigante de 10 años no dejará de reclamar en cada cumpleaños 2 tortas inmensas, según el, inteligentemente, una de ellas será para compartirla en casa con la familia y demás “colados” como el suele llamar a los no invitados que llegan a ultimo momento… y otra será para poder lucirla en la hora de recreo con sus compañeros, y así sentirse con la autoridad de haber cumplido un año más.
Algunos no priorizan el sabor, ni el relleno, ni de que ingredientes estén elaborados estos conocidos biscochos. Este es el caso de mi primo Elio, quien escoge su torta cumpleañera por la presentación. El las prefiere con frutas de diversas clases, con una combinación estrambótica de manjar blanco y fosh de chocolate, con dulces de fresas en los bordes y cuanta cosa bonita estuviera en ella, y en especial que en medio del colorido pueda ubicarse simétricamente su nombre y un grato “feliz día”, esa será la torta afortunada, la que tendrá el privilegio de hacerlo feliz el día de su santo, en este caso el asevera con tanta convicción, ”yo no voy a la torta, la torta viene a mi”.
Y yo no podía faltar en la lista, mi caso es el más peculiar y complicado. Hace unos años en mi cumpleaños número 18 intente insatisfactoriamente ponerle fin a esa tradición que durante años había invadido mi hogar y la de muchos cumpleañeros en el resto del mundo, ¿Por qué comer torta el día de mi santo?, porque no puede ser otra clase de postre?, ó ¿ Porqué no poner la vela a soplar a mi plato de comida favorito?, no¡, estaba dispuesta a revelarme, y mas aun si tenia que comer ese tremendo bocadito durante un mes seguido porque mi fecha de nacimiento es un 19 de marzo, así que cada santo vengo con una lista de sabores interminable en los mas curiosos estilos de tortas que pude encontrar.
Como mi Cumpleaños es casi uno de los últimos ya no podía soportar ver una torta más delante mío, era imposible poder romper esa tradición familiar que llevaba a la reunión de casi 15 personas en mi casa, a mi parecer, solo por darse el gusto de ver mi rostro confuso y neurótico, y luego de ello, sentir las carcajadas de mis primos ya que ellos saben de la repulsión tortesca que me oprime. Hubiese preferido retroceder unos meses más y regresar a épocas navideñas en que por demás me llenaban del bizcocho más publicitado en diciembre: El Panteón
No podía hacer nada más, así que ante tanta insistencia de continuar la tradición hogareña decidí por complicarles más el trabajo de buscar la torta perfecta para esta señorita. Al cabo de 18 años ya había probado todo tipo de sabores, colores, decoraciones y todo lo que implica esta preparación a base de harina y huevos, así que la forma de ella seria lo que me renovaría una pequeña y disimulada sonrisa en el rostro. Empezamos ese año con una simple, era en forma de corazón, luego vendrían en forma de guitarra, de árbol, de caricaturas, etc. Al menos así ayudaría a pasar mejor la primera mordida y torta en la cara que me esperaban. Pero como siempre la última palabra la sigue teniendo mi madre: no se queje más: ¡Coma y punto!.
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